Los japoneses THE SILENCE eran una banda desconocida para mí hasta la publicación de ‘ELECTRIC MEDITATIONS’, su quinto álbum. El peculiar cuarteto en activo desde 2014 (¿Dónde he estado yo todo este tiempo?) nos presenta un álbum experimental que recupera el legado de los pioneros de la psicodelia japonesa de comienzo de los 70’s para jugar con vientos de saxo y flauta en distintos escenarios sonoros. A estas alturas tengo claro que la técnica de los músicos japoneses está a prueba de cualquier duda, y aquí queda patente. Igualmente la capacidad para la experimentación y composición de sonidos arriesgados, es otra constante en los músicos del país del sol naciente, por lo tanto, aquí tenemos la ecuación perfecta para salir de lo convencional.
Desde momentos en los que el blues aparece entre nebulosas lisérgicas, hasta un escenario completamente experimental en el que los ruidos y efectos crean momentos de auténtico caos sonoro, que supone la esencia de la banda, la banda juega con ese caos para componer sus canciones impresionantes. En el álbum encontramos atmósferas meditativas, frenesí rítmico y acidez, mucha acidez. Evidentemente este no es un álbum para todos los públicos, pero sin dudas los amantes del rock ácido y experimental encontrarán con facilidad su espacio en unos surcos que rezuman L.S.D.
Si músicos ácidos japoneses como el pionero Shinki Chen han influido claramente en THE SILENCE, tampoco es descabellado pensar en Damo Suzuki y algunos de sus episodios con CAN como fuente de inspiración a su sonido. si sus gruesas guitarras y las buenas voces son un aliciente, cuando el saxo o la flauta entran en escena, el escenario sonoro cambia completamente. El cálido arrullo de algunos pasajes contrasta con lo incisivo y penetrante de sus momentos más experimentales. Entre esos, existe una innata vocación hard psych de una banda curiosa y particular.

Potentes riffs rasguean la apertura de ‘Tsumi to Warai’ entre una voz desgarrada con un registro que me recuerda a David Bowie Entre esa vorágine de cadentes riffs, el saxo hace acto de presencia en un hechizo, mientras los riffs se repiten con platillos chirriantes y un ritmo sólido. Creando un aparente caos, el saxo sobrevuela la bacanal rítmica mientras la voz parece ir por otro lado. Creando un resultado impactante e hipnótico. De repente el silencio deja paso a una línea de bajo con influencia jazz potente y magnético, el tema retoma los tambores y los vientos mientras el bajo se contonea altivo. En otra arrancada de locura, todo se vuelve diabólico y frenético.
Con un evidente aroma a 70’s ‘Buttrerfly blues’ parece tomar el legado ácido de Shinki Chen. -un fantástico groovy con tonos funk y el penetrante sonido de saxo nos invitan a entrar en una atmósfera vintage para susurrarnos con una dulce flauta que nos narcotiza. Un espacio de calma en el que conviven los vientos de saxo y flauta entre tambores brillantes. Por momentos con aspecto de jam el tema retoma la acidez en una sucesión de cambios y giros. Aquí la guitarra se desangra en solos hirientes mientras la instrumentación es envuelta en psicotrópicos. Todo un espacio experimental en el que los japoneses parecen sentirse cómodos.
‘Meido Missi’ nos acaricia entre elementos de fusión jazz creando un ambiente cálido y acogedor. Vestigios de Zappa, y el saxo que se eleva luminoso arropado con cadentes sonidos experimentales que generan un espacio apacible. Al igual que en el tema anterior el contraste del sosiego hechizante de flauta y saxo y la penetrante voz, así como el ruido de fondo resulta de lo más estimulante. Con un tempo lento el tema camina parsimonioso engrosando repetidamente su sonido a trompicones. Una repetición envolvente que es silenciada dejando un espacio para el susurro antes de retomar desgarradores pero bellos pasajes.
‘Electric meditations’, el tema que da nombre al álbum recupera la acidez y la rugosidad de las guitarras jugando con el stereo. Golpean con fuerza los riffs hard sin prisa y envueltos en nebulosas psicodélicas recuperan el legado de la psicodelia hard japonesa de los 70’s. Piensa en Shinki Chen y la seducción vocal y rudos y crujientes riffs ejecutados con pausa. Añade el profundo sonido de viento y el espacio mediático ye hipnótico está creado. Amplificando todo crean una cortina nebulosa y difusa que nos envuelve narcotizándonos. Está caro que a estos chicos les gusta experimentar y sorprendernos con constantes cambios y giros en la trama. En la parte final cesa la instrumentación dejando espacio a unos cristalinos desarrollos de guitarra a los que se une el sonido del saxo arrastrando a los tambores para crear otro caos sonoro entre la calma.
Los últimos once minutos que ocupa ‘Improvisation’ suponen un espacio para la experimentción en el que el cuarteto se viste de CAN. Entra campanillas el silencio reina mientras el tema se va armando con extraños efectos. Creando esa atmósfera meditativa van incorporando distintos instrumentos que crean un ambiente enigmático y catártico en el que todo parece inconexo. Un caos sonoro del que nos saca el saxo entre gruesos tambores y platillos. La experimentación en estado puro.
Alejados de la propuesta paranoide del corte anterior, ‘I’am a man’ retoma el rock enérgico y vibrante de los primeros 70’s. Aquí con el blues en la vena los vestigios de los pioneros ácidos japoneses regresan con fuerza. Poderosos riffs y una voz en tono blues, construyen un tema aturdidor que nos invade entre ritmos pegadizos y contagiosos y una hemorragia ácida y esquizofrénica. Una nueva locura sónica que huye del inquietante silencio del tema precedente para sumirnos en una bacanal sónica descomunal.