Otros representantes salidos de la prolífica escena psicodélica australiana que se visten de largo para presentarnos su primer LP. Las buenas sensaciones percibidas en su EP «BLACK RAINBOW», hace año y medio quedan confirmadas con este álbum publicado por Oak Island Records. Nueve temas envolventes que ejercen de verdadero mantra psicodélico embutido en un caleidoscopio narcótico en el que las vibraciones más coloridas de los sesenta están presentes. Los momentos drone se visten con ropajes llenos de melancolía entre agradables y lánguidas brisas aterciopeladas.
Los sonidos propios de la neo-psicodelia aparecen de manifiesto en «Setting sun». Una vocación hipnótica como una supernova llena de efectos y voces indie con vestigios sesenteros. Bajo una envolvente atmósfera los australianos nos deleitan con algún viento oriental de las manos del sonido del sitar.
Las vibraciones psicodélicas de los años sesenta están muy presente en los temas del álbum . Con ésta premisa, «She’s believer» cabalga entre la década prodigiosa y los noventa sobre un corcel de espesa instrumentación. Los tonos lánguidos de las voces contrastan con una difusa instrumentación en forma de espiral envolvente. Un contraste efectivo de buena digestión.
Si la apuesta del quinteto por este tipo de reverberaciones está clara, ésto no es un obstáculo para que exploren territorios cercanos al post-rock en «Black Rainbow», alejándose de alguna manera de su principal propósito, al igual que en «The magic lamp», donde los tonos acústicos con aires folk nos transmiten calma gracias a la brisa oriental que nos proporciona el sonido del sitar.
El sonido de BLACK HEART DEATH CULT puede estar inspirado, o al menos asimilarse al de THE BLACK ANGELS. Un cóctel en el que la suave ambientación indie se conjuga con agujeros negros difusos y envolventes. Una nebulosas aturdidoras y a su vez, magnetizantes. Como podemos comprobar en «Aloha from hell» o «Rainbow machine». Éste último más sinfónico, e introduciendo efectos de corte pseudo-espacial que nos trasladan a un mundo futurista. Una frialdad en la que coros celestiales se vislumbran entre la brumosa instrumentación.
«Davidian dream bean» incide en el magnetismo hipnótico entre las lánguidas voces. Una triada pop, psych y kraut hace que sus perturbadores efectos nos castiguen neuronalmente mientras los acolchados registros vocales sirven de bálsamo a dicho aturdimiento. Lo destacable es la habilidad para conjugar estas sensaciones que posee el sexteto.
La amalgama de sensaciones nos invita a tántricos momentos en «Seven Gods». Elementos folk se incrustan en el aire lisérgico que nos hace respirar el tema. Los drones futuristas generan fríos espacios sonoros en atmósferas en las que resulta difícil respirar, pero que finalmente consiguen que no acabemos ahogados en ellas.