Si Obelix adquirió su fuerza al caer en la marmita de poción mágica de pequeño, el trío canadiense originario de Vancouver, HEAVY-TRIP debieron de tomar L.S.D. en sus biberones de la infancia. Estamos acostumbrados a encontrarnos endiablados álbumes de psicodelia pesada, pero la acidez y el aroma a psicotrópicos que contienen estos surcos, están al alcance de pocos. Si a ello unimos su amor por el blues y por los oscuros sonidos Sabbath, el cóctel perfecto está servido. Muchos son los que tratan de experimentar con drogas alucinógenas, pero aquí se pueden ahorrar la visita al camello de turno para tener un buen «viaje». Cuatro temas que se desarrollan en oscuros y nebulosos bosques en los que las setas mágicas impregnan la atmósfera de psilocibina a través de ácidos solos que se incrustan entre la poderosa base rítmica de unos tambores que retumban y de un bajo impactante e hipnótico. Sus frenéticos desarrollos y solos en forma de jam, golpean con fuerza a nuestras neuronas hasta dejarnos exhaustos. Una bacanal ácida y psicotrópica soportada en el blues y en plomizos ritmos doom que habitan entres narcóticos vapores pantanosos. Su majestuosidad y exuberancia, son toda una invitación a un viaje sensorial del que no podrás salir con facilidad. Este debut solo hace incrementar mi ansia por una segunda entrega, que espero sea pronta, porque sino, mi síndrome de abstinencia será duro.
ADVERTENCIA: Una escucha prolongada puede causar daños sensoriales.
«Hand of shroom» abre el trabajo fluyendo lentamente en una génesis entre efectos y una guitarra que nos hace intuir que estamos ante algo grande. Creando pausadamente una atmósfera mántrica con cadentes ritmos blues-doom herederos del legado de Sabbath. Tras la introducción y una vez que el tema ha alcanza la suficiente intensidad, los canadienses nos introducen en un bosque psicotrópico rodeados de hongos mágicos que rezuman psibicilina toda una espiral en la una poderosa sección rítmica nos lleva en volandas entre los desvarios y giros de esa guitarra que se retuerce en mil cabriolas. Solos infinitos, hirientes, se suceden antes de una huida hacia adelante con frenéticos ritmos. Tomándose un respiro, el tema cede en su ímpetu, antes de retamar la bacanal ácida. Solos psicotrópicos que se moldean a gran velocidad. La destreza de su guitarrista Cole Jandrisch, queda patente. Impactantes y pesados a su vez, sus sonidos se amortiguan en ese salto al vacío, mientras hipnóticas líneas de bajo, tambores irreductibles y recorridos por los trastes de la guitarra se suceden hasta dejarnos exhaustos.
Tras la locura anterior, «Lunar Throne», se sumerge en un blues narcótico. los ecos de los pantanos y su densa bruma se reflejan en un tempo cadente y pausado. El humo cannabico nos va narcotizando con los desarrollos de guitarra mientras el imponente bajo de Cole Vibert nos golpea casi con la misma fuerza de la batería de Ben Frith. Sin darnos cuanta estamos sumidos en oscuros espacios blues-doom. De nuevo la guitarra no podía faltar a su cita con los solos chirriantes. Una hábil combinación de instrumentos en los que cada uno aporta su clase a este somnífero y embriagador tema en el que los vestigios sabbathicos siguen presentes. Una buena dosis de ácido nos lleva a un mundo de color en que todo oscila modulando sus formas.
Blues y psicodelia se unen en una causa común en «Mind leaf». Transitando por una apacible vereda en la que los hechizos psicotrópicos nos acechan en forma de solos hirientes llenos de acidez. Sobre esa base rítmica basada en el blues el trío desarrolla una jam impactante. Un chute de sustancias alucinógenas enturbian nuestros sentidos en estos surcos llenos acidez. el tema nos traslada a estado sensorial alejado de la razón en el que los diabólicos desarrollos consiguen anular la misma.
Retomando de alguna manera el oscuro legado Sabbath, «Treespinner» recorre esos ecos entre las sombras para desarrollar, en sus catorce minutos un autentico ritual heavy-psych. Contoneándose entre plomizos riffs guiados por esa implacable línea de bajo, el corte avanza ondulando hasta entrar en nuevo bucle de pegadizos ritmos, para dejarse llevar por las afiladas garras de esa estruendosa guitarra. Mil giros inesperados en una misma trama que pasa por distintos actos. Amenazadores pasajes casi doom invocan a las tinieblas en un ritual tenebroso hasta que los ritmos pesados se evaporan liberando extenuantes pasajes de lisergia envolvente con narcóticos momentos stoner-doom entre efectos envolventes. Incluso encontramos pegadizos y vertiginosos riffs más propios del hard-rock setentero en este exaltado corte.