En un atractivo cruce entre el ‘Rey Lagarto’ y los Rednecks más rudos, los stoners madrileños KRAZARK, se consolidan como una banda a tener en cuenta con la publicación de su primer álbum, ‘FIREFLAKE’. En el álbum encontramos al cuarteto más sólido y maduro que nunca, manejándose con solvencia entre arenosos riffs pesados , pero también ofreciendo cuidadas melodías en las que se perciben las influencias también del rock y el metal americano de los 90’s. Cualquiera que los haya visto en directo en sus múltiples shows durante estos últimos años, reconocerá la fuerza de sus canciones y de la propia banda, pero también encontrará una evolución en la faceta lírica, lo que hace que la escucha de ‘FIREFLAKE’ resulte sumamente estimulante y divertida. Con claras referencia al legado de THE DOORS, alguna de las pistas profundiza en pasajes psicodélicos, algo que le da brillo a las mismas y abre aún mas, un horizonte con el que ya habían coqueteado en su EP debut, pero que ahora parece mucho más nítido. Pero KRAZARK son una banda pesada, y los guiños a las sacudidas plomizas de los 90’s, quedan plasmadas en canciones en la que se perciben vibraciones más propias de bandas como sus amados CLUTCH. El cuarteto no se queda ahí, aportando contenido a unas letras que hablan del dogmatismo ideológico, el desamor, la alienación de las redes sociales; el sexo como saludable bálsamo para afrontar la existencia y cierto hedonismo nihilista, en ocasiones trágico y en otras desenfadado, pero que siempre reclama una llamada a la acción. Así FIREFLAKE’ emerge como contraposición al término ‘snowflake’, empleado para catalogar a las últimas generaciones como frágiles, vulnerables y suspicaces. La canción, que da nombre y cierra el disco, lejos de ser una crítica a los millenials y la generación Z, es la invitación a un «alegre nihilismo y a la autodestrucción», en un mundo decadente que nos expulsa y relega a un segundo plano donde toda capacidad de acción es «inocua y estéril». Sus diferentes temáticas resuenan con dinamismo definiendo el mundo agridulce en el que vivimos, como una lejana letanía que nos recuerda que aún estamos vivos, aunque quieran enterrarnos bajo toneladas de miedo y ansiedad. Sus ocho ásperas y estimulantes canciones consiguen el objetivo de activar al oyente. Con su fluida narrativa llena de ganchos, te zarandearán, pero a la vez, causarán un efecto balsámico gracias a sus ‘viajes’ instrumentales. Pero no te confíes, porque cuando menos te lo esperes, la ‘bestia’ te sacará del letargo con esa alentadora forma que hacer que las cosas no resulten aburridas. ‘FIREFLAKE’ pone a los madrileños en la rampa de salida para la conquista de nuevos fans mas allá de las fronteras españolas, algo que ya ha comenzado esta semana, con sus primeros shows en el centro de Europa.
KRAZARK son: Esteban (voz), Kiara (guitarra), Andrés (bajo y Joan (batería).
‘FIREFLAKE’ está disponible vía La Rubia Producciones.

‘Free my power’ abre el álbum con una estampida de sonidos desérticos y toda la rabia stoner del cuarteto madrileño. Oscilante y con un tono cegador, lar hordas de fuzz se sustentan entre ritmos contagiosos que invitan a la fiesta y el desenfreno. Poderoso en su sonido, el corte cabalga a toda velocidad llevando sus estribillos contagiosos a sus lomos. Con pasajes chamánicos de inspiración doorsiana, el tema se inclina a una ladera más psicodélica sin perder su espíritu indómito. Envuelto en una densa estela arenosa, en su parte final se encabrita para galopar brioso, pesado y amenazador.
Con una hipnótica línea de bajo, ‘Get fuck of my face’ se balancea con su grave sonido por hechizantes pasajes que bien pudieran describir un viaje de peyote por dunas custodiadas por los cactus. Una apertura lenta y pausada que no tarda en eclosionar entre gritos y un torbellino de riffs stoner. Desgarrador por momento, el corte se balancea entre narcóticos pasajes con ese tono doorsiano en la voz de Esteban. Manteniendo la tensión todo parece augurar que este estado no durará mucho, y ciertamente, el corte se rearma en golpes de stoner-metal envueltos en una cegadora niebla. Alternando los afilados solos de guitarra con una base rítmica densa y pesada, la canción sortea las adversidades entre embestidas de riffs rompe-cuellos.
‘Free show’ se desarrolla en un escenario más metálico con guiñosa bandas como CLUTCH y a los sonidos más alternativos nacidos en los 90’s. Vibrante y arrollador, el corte mantiene un groovy contagioso en su endiablado transitar por rectas arenosas. Aquí la banda refleja su lado más alternativo, sin renunciar a los aromas del desierto, tan presente en sus canciones. Creando un sonido borroso, la voz vomita una canción cruda impregnada en aturdidores pasajes que definen el legado de los pioneros.
Evocando el sonido que les vio nacer como banda, ‘Nothing lasts forever‘ se impregna de unas gotitas de blues y un tono doorsiano. Buenos pasajes de guitarra y desgarradores momentos mantienen una tensión que se adorna con golpes de riffs densos y pesados. El lado más lisérgico de la banda aparece en una canción contenida en la que la voz modulada por el habitual megáfono aporta el ambiente chamánico hasta la explosión final. Con canciones así, KRAZARK bajan las revoluciones sin que eso perjudique su verdadera esencia, porque de alguna manera, este sonido también forma parte de ellos.
‘Rockin’ my world’ parte de un contagioso ritmo que se envuelve en una neblina cannabica que pronto nos saca a la pista de baile. Un sonido espeso y pesado que conjuga el legado del desierto con el espíritu sureño que tanto le gusta a la banda. Jugando con esos momentos en los que el espíritu del Rey Lagarto parece vestirse con ropajes stoner, el corte vuelve a impregnarnos de narcóticas sustancias desérticas entre las polvaredas arenosas. Manteniendo la tensión, la canción baja las revoluciones en un trance contenido, de fuerte carácter magnético. Pero ellos son KRAZARK, una banda ruda que siempre golpea con fuerza, algo queda patente en su rabioso y apoteósico final cegador.
Evocando la soledad del desierto ‘Leave it all behind’ se nutre de inquietantes acordes en su apertura para ponernos en situación. Tomándose su tiempo para hacer evolucionar el corte, los madrileños muestran sus cartas. La fiesta está aquí, y sin darnos cuenta las nebulosas arenosas van haciendo que la canción eleve su intensidad entre brumosos pasajes. Los pasajes recitados vuelven a poner la magia reivindicando el legado de The Doors en esta recreación de este a los ecos del stoner más rabioso e impactante.
‘Far away from sorrow’ nos arrolla con una fuerza inusitada. El lado más arisco de los madrileños aparece una canción fornida y llena de riffs diabólicos. Golpes que ponen a prueba las cervicales se enriquecen con pasajes difusos en los que los elementos psicodélicos se asoman a un corte de puro stoner. Estamos ante una pista arrolladora, llena de rabia, que contiene la esencia de una banda pesada que no se conforma con cualquier cosa.
El álbum cierra con la canción que le da nombre. ‘Fireflake’ se revela como una caótica huida a través de parajes en llamas y carreteras destruidas que nos alejan del dolor al que nos somete el mundanal ruido, inmersos en una vida cuyo único sentido es la infinita búsqueda de una esperanza que posiblemente nunca encontremos. Cociéndose a fuego lento, la parsimonia indicar se convierte en un torbellino que arrasa con cactus y dunas en su frenético transitar. Sin tiempo para la pausa, la pista se desarrolla toda velocidad con un sonido crudo y rugoso, entre desgarradoras voces. solos intoxicantes y un ritmo atronador.