Ha pasado casi una década desde que vi a los holandeses DEWOLF por primera vez, y muchas cosas han cambiado desde entonces, otras no tanto. Aquellos adolescentes que llegaban a Madrid con unos abrigos raídos más propios del Carnaby Street londinense de los primeros 70’s o del High Ashbury del San Francisco de finales de los 60’s, ahora se han convertido en músicos profesionales, con elegantes ropajes, que sin perder su aroma vintage, son mas propios de una estrella del rock. De igual manera, el talento de los esos primeros conciertos, en la actualidad se ha convertido en un derroche de madurez. Porque DEWOLFF siguen siendo fieles a sus orígenes, pero su calidad y saber estar sobre el escenario, son dignos de las grandes estrellas del rock. La banda llegaba a Sala Mon de Madrid con todas las entradas vendidas, algo ha sido una constante en todos los conciertos de su última gira, por lo que la noche organizada por The Mad Note Co., se las prometía.

Como invitados estaban los también holandeses THE GRAND EAST, una banda desconocida para la audiencia presente en la sala pero que ya había visto hace unos años en tierras alemanas, por lo que estaba avisado de su propuesta musical, una propuesta, que sorprendió gratamente al público presente.
La fría noche madrileña recibía a las bandas con una larga cola de gente esperando la apertura de puertas, algo que dice mucho del interés que DEWOLFF despierta en nuestro país. Tras coincidir con Robin y Pablo en el bar de la esquina cercana a la Sala e intercambiar algunos saludos e impresiones con ellos, me dirigí al interior de la Sala para tomar un espacio apropiado para captar imágenes de la banda. En estas circunstancias, la movilidad dentro de la misma iba a ser complicada, por lo que debía de ser pronto junto al escenario para poder captar las imágenes de la banda.

THE GRAND EAST salían al escenario a las ocho y media en punto, y desde el primer momento dejaron claro que son una banda divertida e ideal para comenzar la fiesta. Su bizarra puesta escena y su rock setentero, no tardaron en conectar con un público ávido de buen rock and roll.

Su front-man en pantalón corto y camisa de flores mostraba un aspecto más propio del actor de cine para adultos de los 70’s Ron Jeremy, derrochaba energía con constantes bailes e interacciones con el público. La banda solo disponía de media hora para meterse al público en el bolsillo, y así lo hicieron con un set-list copado por nuevas canciones más algún tema como ‘Kiss the devil’ de su álbum ‘Movano camareta’ de 2016 o como ‘Magic surf’ del álbum de 2018 ‘What a man’ con la que terminaban su actuación. La sala no tardó en llenarse con las 700 almas que habían conseguido su entrada para un concierto que había dejado a muchos sin su ticket. La conexión de los alemanes con una audiencia sorprendida era el preludio de una gran y divertida noche de rock and roll a la vieja usanza.

Con el cantante de THE GRAND EAST venido arriba, instaba al público a crear un muro de mosh. En ese momento el público se apartaba creando un pasillo, pero no para juntarse después. Ante esta circunstancia, el propio cantante aprovechaba ese pasillo para bailar con desenfreno revolcándose sobre el suelo de la Sala Mon, ante una audiencia entre sorprendida y maravillada, que acabó reconociendo su generosidad al darlo todo en su escueta actuación. Con una canción mas y sin dejar de danzar sobre el escenario, la banda era despedida recibiendo una gran ovación tras el buen sabor de boca que había dejado con su derroche de energía en un público que a partir de ahora será seguidor de la banda.
Tras estos eficientes teloneros, llegaba la hora que todos habíamos estado esperando. Con el escenario lleno de operarios dejándolo en perfectas condiciones para la banda, los cables y equipo de THE GRAND EAST eran retirados. Presididos por una lona que reproducía la portada de su último álbum ‘Love, Death & In Between’ (reseña aquí) el trio de holandés saltaba al escenario recibiendo una enorme ovación. Pablo, su cantante principal y guitarra se aceraba al borde del escenario y tras una seña y una patada al viento, sin demora sonaban los primeros riffs de ‘Night train’, canción que abría su último álbum.

A partir de ese momento, la fiesta vintage no terminaría hasta que la banda se retirara del escenario. Con canciones en las que el mejor blues y soul ponían banda sonora a la noche madrileña, DEWOLFF dejaban muestras de que son una bada que ha crecido una barbaridad. Con un sonido impecable solo enturbiado en la parte de atrás y lateral del público, el trio iba desgranando canciones como ‘Heart Stopping Kinda Show’ con las que nos empapaban de sonidos de soul sureño a semejanza de Leon Russel, o ‘Made it to 27,’ ‘Yes you do’ con la que subían la intensidad, la colorista ’Live like yo.

También nos reglaban clásicos como ‘Sugar mon’, coreado por el público al unísono, mientras la banda intercambiaba las voces. Poco a poco iba avanzando la actuación con la sensación de que estos chicos no tocan una nota mal, uy es que no es fácil segar al público de la manera que ellos lo hacen. Tres músicos que cantan, sin bajo y con un órgano vintage que multiplica sus sonidos para cambiar el registro y que todo resulte perfecto. Retomando el último trabajo la sensibilidad de canciones como ‘Will o the wisp’ bajaba la intensidad llenando la sala de gratificantes sensaciones, porque ellos son tan solventes en la intensidad como en las canciones más suaves y profundas.

Un derroche de sensibilidad alternado voces y coros con los cuerpos de los presentes balanceándose levemente al son de cada nota. Esa parte mas tranquila de su actuación se completaba como la dulce ‘Tired of loving you’, otra bella canción con la que ponían los pelos de punta a las casi setecientas almas que abarrotaban la Sala Mon. La noche avanzaba y DEWOLFF optaban por canciones calientes como ‘Double crossing man’ con la que ponían a bailar a la audiencia ofreciendo sus momentos mas intensos. Pablo se encarnaba a hombros del batería de The Grand East para mezclarse entre el público tocando su guitarra desde las alturas en un momento épico y apoteósico a partes iguales. ‘Treasure city moonchild’ precedía a otro corte de su último álbum con el cerraban su actuación, ‘Message for my baby’, con el que la temperatura volvía a subir a cotas elevadas en esta fiesta vintage en la noche madrileña. La banda se despedía del público sin que ninguno de los presentes se creyera que su show había concluido. Gritos de ‘otra, otra’ reclamaban la presencia de la banda en el escenario. Y si, obviamente su actuación no había concluido para el final y como ‘bis’ nos habían reservado el tema más impactante de su último álbum.

Durante mas de un cuarto de hora, y con un fin de fiesta en tonos ceremoniales, los acordes de la versátil ‘Rosita’ sonaban mientras la audiencia estallaba en una explosión de júbilo. Una despedida a lo grande, acorde con la grandeza que DEWOLFF tiene en la actualidad. Después de esto, ya no quedaba más, la banda daba las gracias a un público entregado completamente que no dejaba de ovacionarles mientras, el trio, repartía besos y saludos a todos los presentes. El huracán vintage llamado DEWOLFF había arrasado Madrid, dejando constancia de que en estos momentos son una banda madura, profesional y que no deja nada al azar. Un sonido impecable, una puesta en escena colorista y una actitud que no dista nada de sus comienzos, son aval suficiente para que la banda merezca el respeto de todo el mundo, porque calidad, tiene de sobra. Pero no solo eso, ellos son una banda cercana, que, a pesar de haber escalado a un estrato superior, siguen siendo unos tipos cercanos que respetan a su público, al que siempre tratan de dar su mejor versión.

Probablemente la próxima vez que nos visiten, será necesario un espacio mayor, porque quién ve en directo a DEWOLFF, repite, como así se podía comprobar entre los presentes, ya que su mayoría habían visto a la banda previamente, y no habían querido perderse su derroche de vibraciones vintage de alto nivel. También es destable que, por parte de la organización no se vendieran mas entradas (que hubieran podido hacerlo) para hacer que la gente a pesar del sold-out, pudiera estar mínimamente cómoda. Sin duda, el concierto del pasado jueves quedará en la retina y en los corazones de todos los afortunados que pudimos disfrutar de una de las mejores bandas del siglo XXI en tocar sonidos más propios del siglo XX.